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La tristeza, como todas las emociones básicas, es innata y tiene su función.
La tristeza es una emoción mal entendida y casi maltratada.
Parece que fuera lo contrario a la felicidad, sin embargo, no se puede ser feliz sin aceptar todas las emociones que sentimos, incluida la tristeza.
Cuando uno está triste tiene menos energía y no le apetece relacionarse mucho con otras personas, más bien nos apetece estar solos y eso es debido a que su función es precisamente que reflexionemos sobre lo que ha pasado, y que realicemos esa mirada interior, tan útil y necesaria para poder encontrar el aprendizaje, el perdón, la aceptación y la gratitud de lo sucedido.
Cuando el niño o la niña se sienta triste, hay que validar esa emoción. Los adultos deben respetar y aceptar también dicha emoción, ya que de lo contrario puede que, inconscientemente, estemos dando un mensaje de que no es bueno sentirse triste, o incluso ellos pueden pensar que, si me siento triste, no me quieren.